Mismidades y Egomanías de un tal Vorazip

Un blog donde las arbitrarias opiniones de su redactor acerca de la vida y todo lo demás, generarán odios y adhesiones a granel.

sábado, abril 30, 2005

Relojeros y mecánicos

Estoy con un amigo ante la boletería del Luna Park, se venden entradas para diferentes espectáculos, el eclecticismo y la variedad es tal que nosotros los de la cola parecemos una ensalada de frutas, pero a mí me gusta la ensalada de frutas así que me siento cómodo, aunque no niego que les preguntaría a los otros fans-ingredientes, por cuánto dinero creen que sus ídolos han vendido su alma el diablo, o a qué entidad maléfica, ya que el diablo no es el único entre los seres oscuros, es uno más de la vasta jerarquía demoníaca.
Disculpe la digresión. Prosigo. El amigo con el cual comparto la fila se ríe porque yo miro a la gente y me pregunto qué espectáculos querrán ver y qué fruta serán, para mi que mi amigo es una pera, porque su mentón semeja una pera, disculpe, disculpe, continúo, le decía que me pregunto qué espectáculos verán los de la fila, en ese intento de juicio inevitable que me persigue desde que nací. Pero acaso ¿usted no juzga?, vamos, no se haga el distraído, todos juzgamos, es una manera de guiarnos en el mundo, luego, vamos conociendo al otro y dejamos de lado la primera impresión, o confirmamos lo que preveíamos, o nuestro juicio inicial es tal que no nos permite conocer a nadie, cosa que por otra parte (o por acá mismo, le aseguro) le ocurre a la mayor parte de los argentinos. ¿Que no me entiende?
Lo pongo en situación: Suena el timbre y usted acude a la puerta y pregunta quién es. Una voz desconocida le habla mientras usted espía por la mirilla de la puerta. Usted ve a alguien deformado, porque las mirillas deforman a los visitantes, si su cara es morena, tiene barba y sus cejas son tupidas probablemente sea “un ladrón o un terrorista islámico”, piensa usted, y sus pensamientos confirmarán así cierta estupidez, ya que ha caído en los mecanismos sociales que promueven el racismo y demás “ismos”.
Si usted ve en la mirilla a alguien pulcro y con una sonrisa preparada, probablemente crea que es un Testigo de Jehová, circunstancia por la cual si me permite la opinión es mejor que no le abra la puerta. Ya que esta gente no entiende que muchos somos estúpidos pero no tenemos ganas de responsabilizar a Dios por ello.
También está la posibilidad de que el lente de la mirilla deforme el rostro del visitante más de lo corriente de manera tal que la identidad física sea contraria a la que usted ve. Y entonces, cuando abra la puerta, usted deba preguntarle a la persona si ella era la misma que había tocado el timbre. Le sugiero entonces que limpie la mirilla de la puerta, y no me diga que lo ha hecho porque nadie limpia las mirillas de las puertas, ni siquiera hay coleccionistas de mirillas de puertas, lo que ya es mucho decir.
Bueno, sigo, usted finalmente abre la puerta.
La persona era su hermana, sí, sí, su hermana, que se peleó con el marido y está con sus tres hijos (que no se veían por la mirilla porque sus estaturas no superan el metro cuarenta) y que viene a pedirle alojo a usted, y usted sabe que cada pelea con el imbécil del marido significa una semana en su casa.
Pero bueno, lo que le quiero decir es que todos juzgamos, y tampoco le echemos la culpa a la mirilla, ¿no es cierto?
Así que si usted todavía no se perdió en medio de todas estas palabras, lo admiro ya que a mí me pasa todo el tiempo esto de no saber dónde estoy parado, o qué estoy escribiendo, y le pido que siga leyendo y recuerde que estábamos mi amigo y yo en la fila frente a la boletería del Luna Park, y es entonces cuando miro los rostros de muchos adolescentes, algunos con esa alegría que una vez me caracterizó, no se lo voy a negar, y al llegar al momento de la compra del ticket, justo cuando la ansiedad culmina, es en ese momento que nos dicen que las entradas que queríamos, super pullman para ser más precisos, están agotadas.
Y mi amigo me dice: Esto es muy común Vorazip, no te sorprendas, y me cuenta luego que estas ubicaciones son vendidas solamente a través de tarjetas de crédito por venta telefónica. Y yo me pregunto por qué la magnitud de mi ingenuidad no se adecua con mi edad, por qué me obligan a ser parte de un mundo al cual no tengo acceso y probablemente si tuviese la posibilidad lo pensaría dos veces (bueno, tal vez una vez y media)
¿Si yo no tengo tarjeta de crédito o formo parte de determinado círculo no podré tener una buena ubicación?
¿Qué clase de mundo es este? ¿No era un sitio en el cual las oportunidades eran iguales para todos? Como ve, le pongo un ejemplo sencillo y “light” (disculpe, además cometo anglicismos) como para no hablar de situaciones más duras pero igual de injustas, estoy hablando de injusticias varias en hospitales públicos o cárceles, por ejemplo.
Entonces, con los pases al llamado “gallinero”, ya que esas ubicaciones fueron las que decidimos comprar (por estas decisiones extremas somos amigos) yo le pregunto cuán difícil es conocer ciertos mecanismos de la sociedad, cuán complicado es pelear contra aquellas reglas neo-capitalistas que tienen en su discurso la igualdad de oportunidades y la competencia, pero que en la realidad proclaman secretamente mentiras más grandes que una casa, una casa de tres ambientes y un garage para un auto mediano.
Al irnos, un poquito tristes aunque tengamos el privilegio de tener a nuestro ídolo musical a cien metros de nosotros, le digo a mi amigo que deberíamos ser todos relojeros o mecánicos, o por lo menos tener un poco más de su naturaleza, aquellos seres extraños que investigan y comprenden los engranajes, los que se meten dentro de las cosas para saber cómo funcionan.
¿No?

Vorazip

“Quien suscribe no se hace cargo de las opiniones vertidas en este texto debido a su carácter especialmente ciclotímico”


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